lunes, 8 de marzo de 2010

ENTRENAR PARA SER FELIZ

Luis Rojas Marcos llegó a los Estados Unidos en 1968, cuando la mayoría de los que hoy padecemos los estragos de haber vivido el sida, la incorporación de la mujer, las crisis econónicas, nacíamos o estábamos a punto de hacerlo. Sería interesante tenerle más a mano, escribiendo en nuestros diarios o revistas. Vive a diez minutos de la Universidad de Nueva York, donde imparte clases de psiquiatría. Cuando era pequeñito se hizo dos preguntas extrañas cuando pasaba la noche detenido en el cuartelillo de la Guardia Civil en Liendo, Cantabria: ¿Quién eres tú? y ¿Cómo has podido hacer esto? El uso de razón es a los siete años, el ya tenía nueve. Se asustó de sí mismo y tenía razón. La noche era oscura, el suelo estaba frío. Solo tenía una silla a su alrededor y la puerta de salida. El niño hiperactivo que hacía reir a su madre por sus ocurrentes travesuras, ésta vez estuvo encerrado durante doce largas horas para un chiquillo, por muy listo que fuera. Durante el día habia estado jugando en la playa con un amigo. Cuando éste le retó a quemar unos matorrales no lo dudó, faltaría más. Menos mal que más tarde llovió a cántaros y el incendio quedó pronto sofocado.
Cuando viene a España le gusta alojarse en el Hotel Palace porque no hace falta llevar corbata y porque conoce a los empleados ya que siempre pudo llamarles por su nombre. Nunca pudo poner pie firme en ningún sitio. Al final acabó a los 23 años en Nueva York, donde encontró la tolerancia que buscaba. Su vocación a la medicina y a la psiquiatría le vino gracias a su abuelo. Un médico que después de visitar a los pacientes dejaba una moneda con sigilo bajo la almohada. Entrar en la Facultad de Psiquiatría le ayudó a entenderse a sí mismo. Con 64 años presume discretamente que ya se conoce bien. En su último libro "Convivir" sostiene que la calidad de vida es la calidad de las relaciones que uno tiene: "Las personas que no pueden relacionarse son las que más sufren". Sobre el uso de medicinas para síntomas de simple tristeza opina que "muchas veces los pacientes con estos trastornos mejoran con un simple plazebo. Hoy se trata la tristeza con Prozac y sólo se debería utilizar para los casos graves de depresión. Nos están robando la tristeza normal, que es parte de la vida".
Opina que España es un país de optimistas pero que parece que está mal visto estar contento, te tendrán envidia. "Optimista es el que tiene esperanza, se perdona los fallos y no se echa la culpa de todo". Para ser feliz, asegura, hay que querer serlo, hay que estar motivado. "La felicidad es igual que el deporte, hay que trabajarla. Todos sabemos que es bueno hacer ejercicio, pero no todos lo practican. Todos queremos ser feciles, pero no entrenamos.
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