miércoles, 3 de marzo de 2010

EL HOMBRE QUE PASÓ DE "PHILIPS"

El 1 de Diciempre de 1949, el periódico Pueblo publicaba "En España se descubren las últimas particularidades del registro magnetofónico. José Portela Seijo es el inventor de un nuevo aparato que supera a todos los conocidos. Podrá fabricarse en España con materiales nacionales a precios muy inferiores a los modelos extrangeros". Éste diario pregonaba por toda España los prodigios de un ingenio que llevaba meses inspirando crónicas en los pocos medios de la época. Él y su hermano Juan, ambos peritos industriales fueron recibidos en Madrid por el ministro de Industria. En el CSIC de la época, José les hizo una demostración de su grabador, que en lugar de grabar en una cinta magnética lo hizo en un finísimo hilo de acero. Les dijo que se podía fabricar al mismo precio que un aparato de radio y todos quedaron asombrados. Aquél magnetofón grababa más alto y más nítido y hacía una borración más perfecta que todos sus parientes en el mundo, según uno de sus hijos. Desde que en 1935 el magnetofón hizo su aparición en la Exposición Radiotécnica de Berlín, no se había logrado tanta fidelidad en el registro de voces. Enterados los directores de Philips, la empresa envió a Galicia emisarios en busca de información y posibles intentos de compra o participación. Le prometioron enormes beneficios pero él, un genio para la inventiva pero escasa o nula visión comercial, los rechazó diciéndoles con total seguridad que el magnetofón se fabricaría en Galicia. Convencidos de su éxito comenzaron a fabricar los magnetofones en serie en el taller de la Tenencia do Hórreo, en Santiago. El primero que vendieron se lo compró el cardenal Quiroga, arzobispo de Santiago, para gravar sus sermones de domingo en la catedral. Pero tener un grabador en la España de la época, aún a precio asequible, era un lujo que muy pocos se podían permitir. Abandonaron la empresa no mucho después. En 1963, Philips comercializaba los primeros grabadores en los que la cinta de plástico no corría abierta entre bobinas sino encerrada dentro de una casete. Olfato industrial no tenían, pero sí ganas de seguir trabajando e inventando: montaron las primeras emisoras de radio en Galicia, cines completos en Madrid (Callao) y diseñaron el bafle de cilindros resonantes, un altavoz inspirado en el principio de los tubos del órgano de la Catedral que, según defiende su hijo, todavía no ha sido superado. Además de todo esto, José, obsesionado con los accidentes de trenes, inventó un mecanismo que avisaría a los maquinistas de la presencia cercana de otra locomotora. Y en Ginebra recibió una medalla por una quilla que evitaba los choques frontales entre automóviles. En 1950 llégó a anunciar que demostraría que se podía obtener luz sin necesidad de centrales eléctricas. Construyó asimismo el primer televisor que hubo en Galicia. Eligió para estrenarlo un día caluroso y la familia logró ver por un instante el Giro de Italia.
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